puff...
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  • muy recomendados!

    Burning Day
    Casita de sueños
    En el subte
    Era esto o un curso de cocina
    Merengadas, sonrisas, rumba y amor
    Mis dos centavos
    Mundo Acme
    Sacada de Contexto
    Sería más sencillo que te desnudes ahora
    Tropiezos y Mariposas
    =)
    !
     

    21.11.04

    Ascensores, mi compañía desde los 7 años.

    No tengo registro de mi primer experiencia ascensorística, nada de sorpresas, nada de imprevistos, nada de asombro... todo como si ya lo hubiera vivido [tal vez siempre fui poco asombrable, aunque ahora me asombro de todo lo que no lo hizo en su momento].
    Positivamente me tocó a temprana edad enfrentarlos, hoy no sé si me animaría a tal desafío. Seguramente pensaría que ese cubículo siempre se encuentra en el mismo lugar, sólo que simplemente la gente va (des)apareciendo y, como por arte de magia, cada vez que sus herméticas puertas se abren es una invitación a descubrirse.

    Arquímedes [236 aC] fue quien desarrolló el primer elevador por medio de cuerdas y poleas. Pero recién veinte siglos después se llegó a lo que normalmente hoy denominamos ascensor: cabina, puertas, botoneras, espejo, alfombra, pasamanos y diversos accesorios.

    Sucede que podría ser algo corriente y falto de importancia. Pero me resulta fascinante ingresar a uno.
    El problema surge exponencialmente cuando no soy el único adentro.
    La compañía se torna dificultosa, incómoda y hasta extraña. No sucede con toda persona que me toca compartirlo, pero sí con aquellas que no tengo Confianza [sí, al menos con c mayúscula]. Compartir un ascensor se vuelve demasiado comprometedor. Miradas calculadas, movimientos seguros, palabras justas, respiración desapercibida y pensamientos coherentes son algunas de las batallas libradas dentro.
    Y sí, es eso o someterse [intentarlo es algo, asi el 99% de las veces logre ganar ninguna].
    Siempre es el mismo fin, ¿Qué hacer? Esperar que sean los treinta segundos más cortos de la historia.

    Pero la situación se complica aún más si nuestro aventurero compañero se dispone a entablar conversación con uno o, si somos más de dos, con el otro [como si su simple mirada no fuera lo suficientemente hosca]. Y es la obligación a contestar o de prestar atención a cada detalle de su conversación... y claro, si hablan cuando estoy ahí presente es porque quieren que los escuche.
    Simplemente mi deseo es el de llegar a destino, en paz.

    Contar hasta diez no me serviría, seguiré de largo hasta treinta.