21.1.04
Me gusta ir al cine. Es uno de los lugares que más disfruto.
No pido demasiado: una buena butaca, un buen aire acondicionado y paz. La tan buscada y poco encontrada paz.
Sucede que, ahora, en todos los cines está permitido comer. Bueno, practicamente en todos [alguno a salvo debe haber].
No es que vaya en contra de esta necesidad humana por excelencia, sólo creo que algunas cosas no están en su lugar.
Se va al cine en busca de un sitio donde la película envuelva a su público. La película tiene que hacerlo, no el vecino de atrás con sus galletas "Oreo" defectuosas.
El cine proporciona lo que debe: buenos asientos reclinables, buen sistema de aire, óptimo sonido y luces guía en las escaleras.
Anteriormente, creo que por una cuestión de limpieza, no se permitía el ingreso con comidas o bebidas. Actualmente pareciera ser que no se lo permite sin ellas.
El tiempo que puede uno pasar sentado en esa butaca varía: 80 a 200 minutos.
Es entendible que esta necesidad surja, para algunos más y para otros menos.
Pero, ¿es necesario tener que abrir el ansiado paquete al comienzo de la película? Si tanto hambre teníamos podíamos comer en los avances. O incluso antes de entrar a la sala.
En caso de que nos brote en el momento justo que vemos al protagonista sobre la pantalla, ¿no pudimos prevenir ese molesto ruido? Tampoco es lo que más nos divierte que se nos rehúse y tengamos que lidiar a escondidas con él. Tendemos a abrirlo despacio, y hasta ponemos sentimientos de amor en el pobre plástico y lograr así el objetivo.
No sé qué es peor: si no poder abrirlo y ese apetito que nos devora, o la vergüenza del "shHhHH!!!" a nuestras espaldas. Cualquiera sea el motivo, cualquiera el momento, buscamos lo mismo: el trabajo de hormiga.
Las gaseosas entran en la categoría "silenciosos", junto a las gomitas multicolor y chicles [sin globitos].
Luego le siguen los pochoclos. Nada objeto contra ellos, son el alimento peliculero desde siempre.
Los "ruidosos" son los paquetosos: Oreo, Pepitos, M&M's, Sugus, Melba, Mantecol, etc, etc, etc. Son, tal vez, los más ricos [al menos a mis golosos ojos] y es por esa razón que no podrían desaparecer de las butacas. Llegaron para quedarse.
Insisto con la defensa de los consumidores: Uno va al cine para darle su tiempo a los cineastas y no a sus hambrientos pares.
Abrir antes los paquetes beneficia a todos. Eso sí, si por alguna razón te olvidaste de hacerlo... por favor, ¡hacelo rápido y de un tirón!
No pido demasiado: una buena butaca, un buen aire acondicionado y paz. La tan buscada y poco encontrada paz.
Sucede que, ahora, en todos los cines está permitido comer. Bueno, practicamente en todos [alguno a salvo debe haber].
No es que vaya en contra de esta necesidad humana por excelencia, sólo creo que algunas cosas no están en su lugar.
Se va al cine en busca de un sitio donde la película envuelva a su público. La película tiene que hacerlo, no el vecino de atrás con sus galletas "Oreo" defectuosas.
El cine proporciona lo que debe: buenos asientos reclinables, buen sistema de aire, óptimo sonido y luces guía en las escaleras.
Anteriormente, creo que por una cuestión de limpieza, no se permitía el ingreso con comidas o bebidas. Actualmente pareciera ser que no se lo permite sin ellas.
El tiempo que puede uno pasar sentado en esa butaca varía: 80 a 200 minutos.
Es entendible que esta necesidad surja, para algunos más y para otros menos.
Pero, ¿es necesario tener que abrir el ansiado paquete al comienzo de la película? Si tanto hambre teníamos podíamos comer en los avances. O incluso antes de entrar a la sala.
En caso de que nos brote en el momento justo que vemos al protagonista sobre la pantalla, ¿no pudimos prevenir ese molesto ruido? Tampoco es lo que más nos divierte que se nos rehúse y tengamos que lidiar a escondidas con él. Tendemos a abrirlo despacio, y hasta ponemos sentimientos de amor en el pobre plástico y lograr así el objetivo.
No sé qué es peor: si no poder abrirlo y ese apetito que nos devora, o la vergüenza del "shHhHH!!!" a nuestras espaldas. Cualquiera sea el motivo, cualquiera el momento, buscamos lo mismo: el trabajo de hormiga.
Las gaseosas entran en la categoría "silenciosos", junto a las gomitas multicolor y chicles [sin globitos].
Luego le siguen los pochoclos. Nada objeto contra ellos, son el alimento peliculero desde siempre.
Los "ruidosos" son los paquetosos: Oreo, Pepitos, M&M's, Sugus, Melba, Mantecol, etc, etc, etc. Son, tal vez, los más ricos [al menos a mis golosos ojos] y es por esa razón que no podrían desaparecer de las butacas. Llegaron para quedarse.
Insisto con la defensa de los consumidores: Uno va al cine para darle su tiempo a los cineastas y no a sus hambrientos pares.
Abrir antes los paquetes beneficia a todos. Eso sí, si por alguna razón te olvidaste de hacerlo... por favor, ¡hacelo rápido y de un tirón!




