26.7.04
Minutos, segundos, horas... el orden de los factores no altera al producto.
No puedo convivir con ellos.
No. No. No.
Resultan inmensamente fascinantes, esconden un mundo entero adentro a pesar de mostrarse tan simples.
Recuerdo que a mis seis años quería saber cómo funcionaba aquel gigante reloj y simplemente me dijeron "gracias a la física".
Nadie se sentó a explicarme qué era la física. Este momento me trae muchas sensaciones... cómo me atraía aquel artefacto! Estupefacto no dejaba de mirarlo. Soñaba con conocer sus funcionales secretos.
Los esperé, los usé, los disfruté, los cuidé.
Hasta que me enfermé. Mi diagnóstico: "Relojeritis aguda".
Desde entonces es que no puedo llevar un reloj encima. Y no entiendo a quienes no pueden vivir sin él.
Comprendo la necesidad social que implica saber la hora exacta, sé de cumplir con esto de los horarios y todo lo que al tiempo refiera, pero no por esto dejaré de vivir.
Avanzan sus segundos mientas retrocede mi vida. Y no por el tiempo en sí, sino por su (amado) mecanismo (demasiado) enfermizo.
Me permito un deseo: cómo me gustaría que sólo existiesen relojes solares del 3000 aC. y sentirme, de a ratos, inmortal.
No puedo convivir con ellos.
No. No. No.
Resultan inmensamente fascinantes, esconden un mundo entero adentro a pesar de mostrarse tan simples.
Recuerdo que a mis seis años quería saber cómo funcionaba aquel gigante reloj y simplemente me dijeron "gracias a la física".
Nadie se sentó a explicarme qué era la física. Este momento me trae muchas sensaciones... cómo me atraía aquel artefacto! Estupefacto no dejaba de mirarlo. Soñaba con conocer sus funcionales secretos.
Los esperé, los usé, los disfruté, los cuidé.
Hasta que me enfermé. Mi diagnóstico: "Relojeritis aguda".
Desde entonces es que no puedo llevar un reloj encima. Y no entiendo a quienes no pueden vivir sin él.
Comprendo la necesidad social que implica saber la hora exacta, sé de cumplir con esto de los horarios y todo lo que al tiempo refiera, pero no por esto dejaré de vivir.
Avanzan sus segundos mientas retrocede mi vida. Y no por el tiempo en sí, sino por su (amado) mecanismo (demasiado) enfermizo.
Me permito un deseo: cómo me gustaría que sólo existiesen relojes solares del 3000 aC. y sentirme, de a ratos, inmortal.




